martes, 8 de abril de 2014

Con “C” de Crisis se escribe Crecimiento.

Me siento en esta silla de plástico de las que tanto he visto por el país en estos meses, en bares y zonas turísticas. Me siento frente a los palmerales de plantaines verdes, correteando el aire entre sus grandes y caídas hojas, y creando un sonido suave que se escucha con los cantares de las coloridas aves que viven en la zona. Me siento con este ordenador portátil en las rodillas (un detalle a repetir es que no hay mesa donde vivimos), el mismo que me acompañaba y era cómplice de mis primeras reflexiones durante el viaje hasta aquí, en el aeropuerto de Bruselas, en septiembre. Mis primeras lágrimas, saladas, resbalando por mi cara, yo toda miedos... Me siento, y me releo entonces, me repienso. Y me siento otra. Una misma, crecida, ¡y digáis como queráis, envejecida! Vieja porque los días me han aplastado a veces como a una anciana que se sienta en la puerta de su casa esperando, porque el cuerpo me ha sido pesado como carga durante largos momentos, porque se me han repetido los pensamientos y las rutinas con esa calma como sabia de las personas mayores, porque por instantes se me han escapado las fuerzas para reponerme a situaciones que me han debilitado mucho... Vieja, ya vivida. Y al mismo tiempo tan joven...

Son siete los meses que llevo en terreno. Uno, dos, tres... así hasta siete, lentamente. Pero no siete meses cualesquiera, no siete meses anónimos, de esos que corren por los calendarios mientras una se dice: “¡vaya, han pasado ya siete meses!”. De ésos, he vivido muchos. (¡Y cuántos habrás vivido tú también!) Estos son otros... de los que hablo son siete meses con tantos días, tantos momentos, tantas lunas y tantas y tan visibles estrellas desde este hemisferio que llamamos sur... tantos miedos vencidos, crisis superadas y recomposiciones rutinarias... tanto tanto, que me es difícil empaquetar todo lo vivido en el rótulo “siete meses”. Sí, familia: que el tiempo es relativo era verdad. Pero una verdad sólida, plomiza. Como los pesos que llevan en la cabeza las niñas/os de por aquí. No vivimos el mismo tiempo, ni lo hacemos de las mismas maneras. Cuando la vida pesa, pesan los momentos mucho más, pesa más la aguja moviéndose por la esfera, ralentizando el reloj de los días... Y, como astronauta que volviera a la Tierra, volver al tiempo calendarizado supone asumir un desfase importante, saberse más vieja que de costumbre, más de lo esperado.

- - -

Escribía hace poco menos de dos meses, en esta misma tierra rural:

¿Por qué este dolor? ¿Por qué yo aquí desde este lado? ¿Por qué esta maldita injusticia que por azar te condena o te premia con jugosas oportunidades?¿Por qué este sufrir tan injusto e innecesario de bebés, de niñas y niños, de seres humanos que se van des-animando (perdiendo su alma, literal) inmersas/os en su realidad? ¿Por qué? Esas miradas, papá, se me han clavado a fuego en mi mente, me han marcado como hierro incandescente. ¿Y qué hago yo? ¿Qué puedo hacer yo? ¿Quizás escribirte sirve, me sirve...? Hago lo que puedo, y me respeto, me cuido... Pero no sé a veces qué más poder hacer... me siento tan limitada... Y cómo me duele.
Y seguía, unos días después:

Tengo sensación de peligro constantemente... pero al mismo tiempo, estoy tranquila. ¿Quién comprende...? Tengo muchas dudas, y me faltan abrazos... pero al mismo tiempo estoy segura. (…) Esto es una locura. La vecina viviendo en una choza de barro, como las de los documentales; y su hijos machos en un palacete al lado, herederos del padre, con dinero y libertades. Maldito patriarcado. Estoy muy dolida. (…) Quiero escapar y quiero quedarme...”

Hace menos de un mes, cuando la Crisis por Estafa, decía:

He llorado mucho esta semana. Me han temblado las piernas, me he mordido los labios. He sentido rabia, vergüenza y pena. He sentido caerse mi mundo presente, mi universo de estabilidad, mi seguridad. Me he sentido desesperada. He sentido que no podía ser real lo que estaba viviendo. He llorado mucho (…) Toda mi ilusión por el proyecto, mis ideas de continuar aquí, mi forma de plantear las ayudas venideras... caídas... He tenido que estructurar mi presente de una manera muy brusca, y adaptarme rápido. (…) Pero ya comienzo a reflexionar con algo más de claridad. Ya empiezo a alejarme un poco del problema central (…) y crezco mucho, no sabéis a qué velocidad, a base de golpes de realidad tengo que encontrar soluciones a situaciones complejas. Sobre todo, he ganado mucho autoconocimiento, autocontrol, confianza, paciencia... y tranquilidad. Necesaria tranquilidad para vivir y superar, para sobre-vivir.”

Y en proceso de cambio, hace una semana ya escribía:

¡Lo hemos conseguido! Hemos conseguido el cambio. (…) Era cierto (…) Ella me ofreció trabajo para el próximo año en un cole... Siempre con prudencia y reflexión, pero también con mucha esperanza.”

Siguiendo, al por fin salir de la ciudad que me tenía cautiva (Yaundé):

La verdad, ahora que vuelvo a estar aquí (…) no puedo ni creerme todo lo que he vivido en estas últimas semanas. ¡Menudo aprendizaje! (…) El campo está precioso. Las mujeres han trabajado de forma brutal para dejarlo así. Qué fuerte todo. Qué fuerte. (…) Pienso en todo lo que he mejorado lavando la ropa desde que llegué aquí, antes hecha toda una europea acostumbrada a las lavadoras (…) Quiero una vida sencilla. (…) No os creáis que es broma. En relación a “los ricos”, puede que seamos más pobres. Pero en relación a las inmensas mayorías del mundo, somos esa clase media (más baja o más media) europea, sostenida tal como es por los resquicios colonizadores y la presente neocolonización.”

Y ya hacia lo más reciente:

Yo estoy en proceso de cambio. Cuestionando de raíz muchos principios que creía seguros. Tirando abajo muchas ideas y formas de vida que creía 'buenas'... Mi cerebro se llena de actividad. Y es que allí, antes, aunque me creía despierta, seguía dormida en tantos sentidos... El dinero está ¿dónde? El mundo es algo grande, vasto, amplio y plural. Y así, igual, quiero que sea nuestro saber. Dejadme que piense. (…) Si quiero, tengo trabajo aquí para el año que viene. Sólo tengo que decir 'sí'. (…) A día de hoy, mi cabeza estalla en reflexiones, en dudas. Antes estaba más segura, como más confiada de querer (y deber) trabajar en terreno, pasar años trabajando y construyendo aquí. Pero... conforme más vivo, más dudo. (…) Dudas gigantescas, dudas estructurales. Mis planteamientos viejos caen y llegan nuevas opciones. Y a eso le llamo crecer, supongo.”

- - -

Y ahora, reflexionando las palabras de un maestro (Gabriel BAYEMI, Cameroun), sobre los problemas de desarrollo del África Subsahariana y la persistencia de la escuela colonial (en forma de post-colonial, esas escuelas en las que intervenimos para aminorar las violencias y aumentar el respeto a los derechos fundamentales de la niña/o), y con la experiencia ganada en este tiempo (nombrado como siete meses en terreno), nuevas dudas surgen. “Pour que le développement soit réel, il doit être endogéne(...)” ¿Cómo trabajar, cómo intervenir siendo siempre eso exógeno que trae algo? (Tu me gardes quoi?) ¿Cómo trabajar por la eficacia real de lo trabajado? ¿A quién preguntar, con quién consultar antes de la intervención? ¿Tiene algún sentido más allá del asistencialismo nuestro trabajo? ¿Podemos en verdad trabajar por algo diferente? ¿Cómo asumir el abismo entre las teorías occidentales sobre la cooperación internaciónal y la mise en ouvre, su práctica real? ¿Mejora o ayuda a mejorar de facto la situación real y diaria de las personas, o es un parche neo-colonizador para tapar las conciencias de quienes somos conscientes del daño existente? ¿Qué sabemos, por qué sabemos tan poco y por qué desconocemos en mayorías lo que está pasando “aquí abajo”? ¿Pensamos que es casual la gran ignorancia con respecto a las alternativas locales de evolución y crecimiento, bien alejadas de los organismos internacionales gubernamentales o no? Las preguntas crecen, más conforme más conozco o más vivo.

Antes... me creía más sabia, lo reconozco, y casi con vergüenza. Ahora, después de derrumbarse un muro grande, siento cómo la tierra vibra en cada una de sus dimensiones y distintas formas de vida. ¿Y ahora sé más, sabiendo que sé menos? Mi opción es sólo una. Una opción solidaria, en tanto que preocupada por el conjunto, pero una opción individual... Y en eso estoy ahora, en una transformación individual que me aporte calma y equilibrio. Y estoy tranquila, con todo. Sé que tengo mucho que aprender, de la vida y del mundo, de los dolores y cómo limarlos (o evitarlos), de cómo estructurar los problemas que hay y vienen, para intentar resolverlos. No quiero hacer nada precipitado.

A día de hoy, puedo deciros que gracias a mi decisión de venir a esta tierra (delimitada políticamente como Camerún, área del Cinturón Subsahariano, esa porción del África negra de la que tan poco sabemos) estoy creciendo en ricas experiencias que me están ayudando a conocerme mejor, saber lo que no quiero, y orientarme en aprendizajes hacia lo que quiero. Y no tengo rencores. Siento rabia, siento pena y un malestar hiriente que transformo en fuerzas para luchar por todo eso que quiero. Estoy conociendo tanto... Ese tanto tan pequeño que supone el inicio de una vida en terreno, los primeros choques serios con los problemas globales, los golpes directos de una realidad sangrante. Una perspectiva más amplia. Salir del círculo comfortable, entrar en círculos absorbentes (sí, como los de los rollos del papel de cocina de por allí), círculos laberínticos, problemáticos, y buscar posibles soluciones, construyéndolas.

Me siento lo suficientemente empoderada como para decidir en libertad, y tomar una decisión que respete mis sentimientos. Quiero ser lista, y no forzarme, no obligarme a llevar a cabo algo de lo que no creo del todo, de lo que me llueven dudas sólo de pensarlo. Sé que voy a seguir exprimiendo cada instante aquí, conociendo y aprendiendo durante estas semanas por delante (próximos dos meses en terreno)... PERO tengo ganas de volver allí, de tener tranquilos momentos al lado de las personas que quiero, de coger perspectiva, pero ahora, desde el otro lado. Tengo ganas de desconectar, descansar de tanta dosis de realidad y formarme en estrategias y nuevas formas de afrontar estos problemas.

Estoy preparada, pero pienso que no lo suficiente. Necesito tiempo. Necesito releerme, releer la historia desde nuevas ópticas, releer los problemas y construír posibles soluciones. Necesito aprender más para actuar mejor. Creo que puedo hacerlo mejor, no repetir errores y volar al cambio, un cambio real y presente. Necesito relacionarme en nuevos entornos, conocer nuevas personas, no repetirme en pensamientos, avanzar. En cuanto más vivo, más ganas tengo de vivir para aprender. No está nada tan claro. Desde allí todo es distinto. Desde aquí las palabras pierden fuerza en miradas que desmontan hipocresías cotidianas, blancas o negras. Desde aquí pesan los momentos. Pero, superados, te hacen volar más alto. Y yo quiero seguir haciéndolo.

Quiero gestionarlo bien. No tomar decisiones precipitadas. Las decisiones son importantes, éstas lo son. Y conocerse bien es la base: el amor propio, la confianza en una misma. En ocho semanas y media estoy, si es para bien, en esas tierras asfaltadas y limpias, llenándome de esa fuerza que me ha venido faltando tanto últimamente: vuestros abrazos. Pero tengo paciencia. Y os agradezco también la vuestra.

Seguimos aprendiendo.
Os quiero mucho. Gracias.
Muchos abrazos y energía de la buena.
Y a volar el cambio.

-Isa-

2 comentarios:

  1. Isa, se me acaba de borrar el comentario, en realidad lo que te decía es que estamos deseando de que llegue el momento de poderte abrazar. Millones de besos. Anye.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, mum. :) Todo lo bueno se hace esperar, así aumenta la ilusión y el disfrute del momento. Abrazos enormes para allá.

    ResponderEliminar