domingo, 15 de diciembre de 2013

Por las niñas/os que no saben jugar.



Me cuesta, desde aquí, organizarme en pensamientos,
trasladar a palabras las emociones que me acompañan.
Me digo: “cuenta, explica, escribe”; como sabiendo
que si no, puedo llegar a aislarme, por ser tan distintas
las dos realidades, los dos mundos que ya conozco…
y porque sé que, si lo dejo, cada vez será más grande
el abismo, y más grande el esfuerzo por intentar superarlo.
Así que, me siento un rato, y escribo, con música bailonga
de la boutique de al lado como fondo. Hoy no llueve.

...
 
“Vivo mucho, siento mucho. A veces,  muy rápido.
Mucho en un período de tiempo muy corto. Respiro.
Las imágenes de un bebé de menos de dos meses en mis brazos
se me mezclan con las de mujeres bailando al son de tambores,
o con las de un espacio sagrado, de sacrificios, en el cual me
adentro con admiración y curiosidad, respeto. Un lugar donde
no existe el tiempo, donde el agua corre entre rocas enormes, un
agua de la cual, si bebes, estarás protegida por las divinidades
de esa tierra, si tienes el ‘espíritu limpio’…

Estoy viviendo algo grande.
Como las locas o las genias, ya no sé bien diferenciar.
Pero me siento en un momento especial.
Podría atreverme a decir que nunca había sentido algo así,
algo como esto.

Han pasado ya más de tres meses desde que pisé esta tierra,
desde las primeras lluvias y los primeros encuentros. Más
de tres meses de los abrazos madrileños del aeropuerto…
Tres meses en tiempo, en calendario. Tres meses en número.
Pero bien puedo decir que he sentido pasar una vida. Esta
experiencia no se mide en números, no se mide en tiempo.
Se mide en momentos, en energía, en sensaciones, emociones.
Estoy viviendo una vida nueva. Y a partir de ahora quiero que
en todos mis momentos, desaparezcan los números, el tiempo.
Quiero colmar mi vida de presentes, de presentes continuos.

Soy una nueva, soy otra.
La misma, crecida.

Dejo que me fluyan las palabras,
no quiero sentarme a analizarme, a repensarme,
no quiero repetirme, quiero seguir fluyendo.
Aquí todo fluye, casi por supervivencia, pienso.
Cuestión de ritmos. El latir es diferente.

Conozco a gente maravillosa, fuerte, sabia.
Me planteo el porqué de la existencia -¡novedad!-,
me planteo cosas todo el tiempo en términos últimos.
Absolutos, primarios. Como remover la tierra para
sembrar patatas antes de recolectarlas. Mujer rural.

Vivo en extremo, pero siento irónicamente una calma
que no creo haber sentido antes. Una calma nueva,
una tranquilidad en los adentros. Mientras descanso
un poco el cuerpo, sentada en el suelo.
Vivo mucho pero estoy tranquila.

Tengo temores a veces a estallar de alguna forma
incontrolable para mí.
Pero miro a las mujeres que me rodean y calmo.
Nada es insuperable.

Todo pasa, la fuerza es necesaria.
La perseverancia y la entrega son máximas que han de
acompañarme en cada momento.
Hay fuerza en cada paso. Soy fuerte.

Los apoyos llegan, pienso que estoy muy bien arropada.
Lo siento, siento mi gran fortuna
Y eso me da más ánimos para generar esto que considero
bueno, positivo. Para extender el cariño y las sonrisas
y reducir las violencias y los llantos. Para generar vida.

No sé cómo emplear el lenguaje, mezclo idiomas,
invento palabras, se me olvidan otras… río. Mucho.
El lenguaje me falla, vale. Pero siento que estoy
empleando el tiempo de esta mi –inexplicable- vida
de la mejor manera que podría hacerlo: viviendo,
y ayudando a vivir. Y de la mejor forma que sé.

Si me fallan las tácticas, o las herramientas para
seguir haciéndolo bien, no es porque no quiera,
es porque tengo aún mucho que aprender…
Y sigo aprendiendo a cada paso, porque esta
realidad me mantiene alerta, a un tal nivel de presión constante
(sin descanso), que me obliga a adaptarme, reajustarme e
incluso reinventarme. Y cada vez me redescubro, me conozco
más, me conozco mejor.

Y os digo, sin temores, que me siento orgullosa, orgullosa
de mí, de mi trabajo, de lo que hago y de lo que decido deshacer.
Con un orgullo necesario para seguir adelante,
me reconozco trabajando bien, y gestionando con
‘cordura’ todas las emociones que me rodean. Y no es fácil.
Cuando me faltan abrazos, me abrazo yo. Porque no quiero detenerme.
También a esto he aprendido. Saber y defender en hechos lo que
pienso que es justo: no sólo para las/os demás, sino para mí también.
Y a veces, para mí la primera. Porque sin un ‘yo’ que construya
no hay construcción posible. Sólo fango.
Aprendo a vivir.

Siento que estoy en el lugar correcto haciendo lo correcto.
Me siento feliz, tranquila.”


Viernes, 29 Noviembre.

(…) “Ya ha llegado la noche a Balessing. Son en torno a las 18.40h.
Veo mi ropa tendida en el balcón: tres camisetas, ropa interior, un
pantalón corto, y un pañuelo. Es ropa vieja para mí. Ropa vieja que
traje, seleccionada de entre toda la que tengo, especial para este viaje.
Para mí aquí es como ropa nueva. Ropa para usar. Usar y lavar, y
quedar como nueva. La ropa. Qué importancia absurda se le da desde
ese otro mundo. Qué trampa. (…)

Camino mucho por esta tierra, rodeada de verdes de muy distintas
tonalidades. He distinguido más de cinco verdes en un trocito de
montaña: creo que estoy avanzando. Esta tierra, tierra de verdes, y
de pobreza. Veo a muchas personas... (…) Siento que estoy creciendo
deprisa, a fuerza de realidad, tal y como aprenden las niñas/os aquí.
Aprenden a vivir entre gritos, sed y hambre, dolor físico, frustración,
humillación, trabajo y tristeza. Y, aun con todo, sacan fuerza para
ser, cuando el adulto no les mira, un poco niñas/os. Bueno… eso
algunos/as. Otros venden clínex en las estaciones de autobuses.
Se acercan, una y otra vez. Con barreños en sus cabecitas, llenos de
plásticos que embalan quizás chocolatinas, quizás cepillos de dientes.

¿Por qué? ¿POR QUÉ? Cómo me duele… ¡Cómo me duele...!
Miradas de piedra, miradas de piedrecitas. Algunas se asoman una y
otra vez. Me traspasan, me punzan. Un paquete de clínex, 100 francos.
Muchos pequeños, niños, corren con carros llenos de cosas. Transportan...
‘es normal aquí’, hay que ganarse la vida, hay que sostener la familia.
Las niñas, pequeñas, cuidan mientras de sus familias, trabajan en el campo
o limpian las casas. Los roles ya están definidos: poco queda por decir.
Un complejo de vida cerrado. Donde todo funciona,
aunque no funcione bien. (…)


Lunes, 2 diciembre:

(…) Las niñas/os no juegan. No saben jugar. Les dejamos tiempo de ocio
que no saben gestionar. Sólo miran, como esperando una orden, una dirección.
La canción que les viene a la mente cuando les pedimos que nos enseñen una
que conozcan es el himno nacional. Tienen de tres a cinco años. El himno nacional.
Todo en ellos/as está modelado, su camino trazado. Les dicen cómo correr, cómo 
sentarse, como andar, cómo amar, cómo vivir. Cómo estar en silencio, cómo no 
preguntar, cómo asumir y cómo resignarse. Mis bebés, mis pequeñinas/es...

Esos pequeños soldados
al que no les han instalado el botón de ‘infancia’. Qué duro. Qué dura
la instrucción militar… ¡si pudierais verlo…! Qué duro la falta de derechos,
el pisoteo del desarrollo individual, creativo, libre. Qué dura la tristeza y
el miedo que se palpa y se mastica, denso, en el ambiente asfixiante del
aula escolar. (…) Y en la casa es peor, tantas veces.

A veces me cuesta querer seguir sabiendo. Relleno los documentos con
las directoras y no sé si quiero seguir sabiendo el historial personal de
cada niña/o. No sé si quiero seguir conociendo, no vaya a ser demasiada
información como para que pueda tolerarla. ¿Mi estrategia? La que aprendo
aquí: supervivencia. Sangre fría y alejar emociones demasiado fuertes:
asumo, casi robótica, que la mayoría de las niñas/os sufren un maltrato
físico y psicológico en casa y en el colegio… asumo que el maltrato se
extiende de forma sistemática a la mujer (niña y mujer), sin derechos
reconocidos pero con todas las obligaciones pensables… asumo que ellas
luchan, trabajan dentro y fuera de la casa, pelean por llevar a sus bebés a
la escuela (esa escuela desgraciada), mientras su marido se emborracha
con lo poco que gana y maltrata doblemente a su cónyuge, sin reservar
dinero para nada (ni comida, ni escuela). Asumo la falta de recursos, de
recursos básicos. Asumo la desigualdad de oportunidades. Asumo, a veces,
demasiado. 

Pero soy responsable, pienso. Y aprendo a hacerlo, aprendo a asumir
la realidad, casi la tarea más dura cuando te planteas en serio comprender
el mundo. Y pienso: si ellas lo asumen, yo, que estoy de su lado, tengo
que hacerlo. Porque camino con ellas.

Aunque no quiera saber, ya sé. Sé mucho, sé demasiadas cosas, manejo
demasiada información como para detenerme. Ahora sólo puedo seguir
avanzando. Y respirando. Y construyendo… Porque tengo ejemplos.
Y tengo la fuerza. (…)


Domingo, 8 de diciembre

(…) Ciertamente, hay dos historias.
Países colonizadores y colonizados. Hoy seguimos viviendo de antes.
Todo sigue. Y aquí ellas y ellos lo saben. No están ciegos. Sólo esperan.
Y, esperando, unas/os construyen, y otras/os tienen miedo. Un miedo
político. De tortura y represión. Consentida y aceptada. Ellas y ellos
lo saben, y nos juzgan también. Juzgan y saben. Nos miran.

(…) ¡Pero cómo puedo aprender tanto! ¡Cómo puedo vivir con esta
intensidad de persona despierta! ¡Cómo puede existir lo que existe, lo
que hay! (…) La vida me saca sus colores y matices cuando un niño
de un orfanato me toma la mano y camina a mi lado, hablándome pausada
y cariñosamente. Cuando sonríen, transformando esos cristales en ojos.
¡Me enseñáis tanto! (…) Yo sé que todo puede cambiar si una quiere.
El esfuerzo merece la pena, ganas en confianza y fortaleza… y eso te
permite seguir volando. (…) Aprendo, puede que no aprenda datos,
que no acumule conceptos… pero aprendo vida práctica, aprendo otras
formas, otros modos de sentir, de relacionarme y moverme por la tierra.
Vivo en contrastes.
(…)

-------------------


Y, aunque eche de menos, sé que es normal.
Y no tengo miedo, me siento fuerte.
Siento que cada vez estoy más cómoda con mis actos.
Mi mundo, interior y no interior, se expande.
Me siento más una, más sabia.

Y cuánta gente maravillosa conozco.
Es una locura saber que puedo compartir mi vida con ellas/os,
con vosotras que me leéis, aunque sea un poquito.

La vida es un regalo, y lo veo aquí con más intensidad.
Estoy agradecida sólo por haber sentido lo que siento,
por haber tenido ocasión de elegir. oportunidades,
como una que es lanzada a vivir, como una
arrojada a la existencia.

Pienso, y a veces siento… y entonces, dejo de pensar.
Y sintiendo la magia del corazón de la zona rural
me dejo llevar y me hago grande... por momentos...
Y valoro, admiro. Siento admiración y respeto.
Y siento mucho cariño.

Quiero que la fuerza, en mí también, continúe,
para poder seguir construyendo, para no cesar,
Para crecer a cada instante, para trabajar,
para levantar sonrisas y apagar violencias.

Quiero llegar al lugar que quiero llegar,
lejos, o cerca, pero llegar bien.
Quiero seguir centrándome en lo importante,
y seguir esquivando y superando lo secundario,
lo dañino o lo corrosivo.

Quiero llegar al centro, para expandirme.
Y expandir lo bueno.

Mi vida es mi agradecimiento por lo que soy y tengo.

Yo lucho y trabajo para y por la gente buena,
la que merece la pena. Porque de verdad siento
que lo que vivo y lo que veo no es justo,
NO ES JUSTO. Y no quiero que siga así.
Al menos lo estoy intentando, y sé que estoy
en la línea adecuada. Las niñas/os y mujeres
necesitan agua en la zona rural del país, es cierto.
Yo no puedo construírles pozos. Pero puedo hacer
que la espera sea menos violenta.
Se lo merecen.


Hay esperanza. Y está en nuestro trabajo,
en las manos de cada persona, que decide
en qué emplearlas.

... Y ya sabemos que lo bueno no se puede pagar con dinero,
pero aprendo también a que tampoco se puede vender...


Gracias por estar a mi lado.
Os quiero, te quiero.
-Isa-

2 comentarios:

  1. Esperemos, que con el paso del tiempo, estos "enfants" conozcan algunas de las canciones que tan bien se te da cantar, que puedan tener una parte de esa infancia que merecen. Allí donde el mínimo cambio es un gran triunfo. No hay cosa más bonita que luchar por los buenos. Sigue luchando como sabes, desde aquí seguimos contigo ¡¡¡¡Mucha fuerza!!!!

    ResponderEliminar
  2. Isa, todo lo que escribes es un aprendizaje continuo, que sepas que siempre me sorprendes, poquito a poco vas consiguiendo grandes logros de los cuales tienes que estar muy satisfecha, TE FELICITO POR TODO. Te mando mucho ánimo y mucha energía y sobre todo muchas gracias por se como eres. Mil besos. Anye.

    ResponderEliminar