miércoles, 29 de enero de 2014

Je chante por les enfants...

I

Esa mirada. ¡PUM! Silencio.
Mirada que retengo. Miradas.
¡PUM, PUM! Silencio. Ojos.
Ojos que buscan dónde agarrarse.

¡Cállate la boca! ¡Imbécil! ¡PUM!
¡Salvaje! ¡No sabes nada, vete, RÁPIDO!
Silencio. ¡PUM! ¡Deprisa, ven deprisa!
¡Siéntate! ¡Levántate! ¡Calla! …
Miradas. Miradas tristes. Como muertas.

NO SABES HACER NADA. INÚTIL.
ERES TORPE. ¡VETE! ¡PUUUM!
Silencio. Llantos. ¡¡¡PUUUUM!!! Silencio.
Miedo. Miedo. Temor. Miedo. Lágrimas.
En silencio. Lágrimas que vacían almas.

¡CANTA! ¡RÁPIDO! Estúpido.
NO SABES. NO APRENDES.
'Esta niña es muy lenta, no entiende nada.'
'Este niño da muchos problemas. Hay que hacer algo.'
MOLESTAS. CIERRA LA BOCA.
¡PUUUM! Y más silencio.

¡Me estás buscando! ¡Cállate la boca! (Repite)
TE VOY A PEGAR PERO BIEN.
¡PUM! ¡PUM! ¡PUM! ¡PUM! ¡PUM!
Un llanto cesa. Unos labios saborean unas
lágrimas de rabia. De miedo. Resignación.
Y silencio. Silencio. Silencio que duele.
Y miradas. Que buscan. Que encuentro.



II

Me duele. Me miras y me duele dentro.
Me miras desde detrás de una pared del aula,
como escondida, escondiéndote.
Ella acaba de pegarte. De pegarte en esa aula
oscura, donde te llevan, de donde nadie te salva.

Siempre hay un motivo. Una excusa para hacerlo.
O hablas mucho, o hablas poco.
O comes rápido, o comes muy despacio.
No sabes escribir, tú tienes la culpa.
No coloreas bien, tú tienes la culpa.
No sabes hacerlo, tú tienes la culpa.
Por eso te pegan.

Tu mirada. Con ese blanco tan blanco
que es como perla entre tu todo negro.
Perla de hierro. De acero. Forjada.
Ojos que me miran, cómplices.
Sabes que estoy, y sabes que te miro.
Me taladra tu pena. Tu dolor me duele.

Te sientas y pronto volverás a trabajar.
O a quedarte con los brazos cruzados,
como te obligan cada mañana. Y en silencio.
PUM. PUM. PUM. Martillo. Tu mirada
es un martillo en mi equilibrio, en mi paz.

No sé si alcanzas los cuatro años y medio.
No sé qué te espera a la salida de esta aula,
que nunca fue escuela sino de miedo.
No quiero saberlo ahora. Quizás éste tu refugio.
PUM. Los golpes. Tu mirada.
Lo siento. Lo siento mucho.



III

En el aula o en la calle,
no importas nada.
Parece que todas/os te odian.
Que les molesta que hayas nacido,
que estés aquí.

Molestas. Molesta tu risa, y cuando
aparece, pronto te la roban con violencia.
Molesta tu curiosidad. Tu movimiento.
Molestas. Desean que crezcas rápido,
que aprendas a trabajar, que reproduzcas
los roles. Que repitas. Sin cuestiones.

Trabajas. En la calle, en los comercios,
y hasta en lo más adentrado de tu casa.
No importas nada. Eres herramienta.
Mozo de carga. Niña que cocina y limpia.
Tus funciones están asignadas.
No tienes elección.

No eres nadie. Crece pronto y cásate,
reproduce, reprodúcete. Reproduce lo
que has asumido con violencia. Copia.
Así son las cosas, recuerda.
No eres nadie. Y si molestas, serás castigado.
Cállate y sobrevive como puedas.

… Y siempre molestas.
Niña/o sin derechos. Niña/o sin infancia.
Nacer es tu peor castigo. No te preguntaron.
Lo siento. Lo siento mucho.
Tu llanto es mío. Lo siento.


IV

Tu risa. De pronto aparece.
Como de dentro de ti, como iluminando
todo lo que tienes cerca. Nos ilumina.
Brillas. Brilla tu cara. Ríes.
Vuelve la infancia.

Juego. Canto. Te pregunto. Te escucho.
Me acerco. Comprendes que no te agredo,
el miedo se esfuma. Te lleno de besos.
Tu rísa. Como una mariposa blanca que
atraviesa un bosque quemado, de ceniza.
Tu risa, y tus ojos. Ahora vivos.

Tú me das la fuerza. Me das la vida.
No lo sabes. Sólo tienes unos años,
y unos meses. Y esa vida. Que aflora
llenándolo todo. Llenándome. Eres vida.



V

Es difícil. Esta labor es difícil.
La opresora fue primero víctima. Y es
preciso su implicación en el cambio.
Sin ella, no hay cambio.
Trabajo con opresoras/es, víctimas.

Y no llego. Llego sólo un poco, pienso.
Lo sé, me refuerzo. Hago lo que puedo,
hago más, lo hago todo. Por su risa. Su
derecho, por el fin de la violencia.

Trabajo con las docentes para generar
la mayor transformación posible que
esté en mi mano. Hay cosas que no,
que no alcanzo, a las que no llego. Pero
de eso, no hablo. No me frustro demasiado.
Las opciones siempre son limitadas.

Pero hay opciones. Y las saco el partido
que puedo. Poco a poco. Y adelante.



VI

He visto los cambios.
Cambios mínimos, cambios máximos.
Ya camino con la sensatez de quien
conoce sus propios límites, su tope.
No lo puedo todo, pero puedo mucho.

Me mueven sus miradas. Las que ya
conozco, y todas las otras que aún no
he visto, pero están. Tristes, están.
Me mueven sus sonrisas. La certeza
de saber que pueden explotar alegrías
donde siempre hubo dolor punzante.

Porque la infancia no es un abstracto.
Son muchos pares de miradas de piedra,
de miedo, de rabia, de lágrimas que saben
a sal y a polvo. La infancia tiene rostros.
Tiene nombres, tiene historias.

Yo sé que esa energía, como de volcán
con fuerza, que desprenden estas niñas/os
cuando trabajamos por el cambio, es mi
fuente y mi gran premio. Y son esos chorros
de alegría momentánea los que quiero mantener,
por los que lucho cada fatigoso día.

Y sueño, sueño a través de esta mi lucha,
con que esos momentos sean derechos
de vidas enteras. Lo merecéis. Y es justo.


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Y hay algo que no olvido nunca:
hay gente buena. HAY GENTE BUENA.

Gente solidaria, gente buena.
Gente que lucha, gente buena.
Gente que trabaja por el cambio, gente buena.

Gracias.
Gracias, gente buena.
Os quiero.

-Isa-

lunes, 6 de enero de 2014

Pisar la tierra.

Es cierto que a veces no es fácil superar algunos obstáculos. Es cierto que hay momentos más álgidos y otros más bajos. Pero esto es así en cada parte, no es sólo aquí. La diferencia es que aquí estoy obligada a saber, que no tengo excusa. Que he de asumir lo que vivo como lo que es: una verdad, una realidad. Y no hay cabida para teorías. Lo que nos envuelve y rodea es la vida, es así. Hay ratos en los que duele... la vida, digo. Y pienso que ojalá no doliera tanto. Pero luego, pienso que no. Que no deseo que no me duela, pues es ese dolor el que me hace saltar del pozo para coger aire. (Si nunca cayera al pozo -pienso-, nunca me vería en la necesidad de saltar hacia arriba...) El hecho es que es necesario flaquear, caer. Y, eso sí, la clave está en coger luego fuerzas para saber reponerse. Aprender, aprender de todo. Aprender de cada momento, de cada realidad jodida, de cada tropiezo. Aprender, y levantarse. Como hacen aquí algunas/os, como hace la gente buena.

   Aquí he vivido y vivo momentos presentes más intensos de lo que a veces pienso que puedo tolerar (pero, tolero, y crezco, por cierto). He ido en moto por grandes ciudades sin saber siquiera si iba a llegar viva a mi destino (motos sin cascos, con tres o cuatro personas o por caminos de tierras y barro). Llego a normalizar situaciones que son extremas para las personas del norte.
   A veces en un día vivo, vivimos, 'demasiado'. Demasiado para el cerebro, o para el cuerpo en general... He tenido miedo, miedo a veces por mi vida. Como caminar sobre rocas, saltando entre cocodrilos, y llegar a la otra orilla diciendo cada vez: "¡Bien, lo he vuelto a conseguir!" Como si nunca hubiera un camino sobre el que poder caminar sin sentir que tu vida y tu mundo corren peligro. Claro... Es que habíamos pensado que las calles venían de serie, y resulta que no, que la mayor parte de la Tierra (y tierra) está sin asfaltar. Que por los caminos de asfalto se crea una falsa sensación de seguridad, que las suelas de los zapatos también acentúan. Pero aquí... ¡ay, aquí...! Entre las tierras y las basuras amontonadas, y con los pies muchas veces descalzos, saltar entre cocodrilos es el día a día. Y sólo me preocupa eso: llegar a la otra orilla.
   Y a veces siento que juego a superar el presente. Cuando tengo miedo en una caótica carretera de Duala cierro los ojos, como jugando a que mis párpados son de acero y pueden protegerme de todo. Otras veces sólo miro por la ventana, viviendo el ahora. Me agarro a la vida, a mí, mis pensamientos... lo que tengo.

Cada día supero un miedo.
Cada día que me levanto sin estar enferma
es un regalo, una fortaleza.

Los miedos me ayudan a crecer,
a valorar más cada momento.
Tengo más confianza en mí misma.
Relativizo más los problemas diarios,
me centro más en lo esencial.

Y todo eso, es gracias a la decisión
en actos, de salir de la rueda de la normalidad;
de salir de lo, en apariencia, estable, y seguro.

He salido del asfalto porque sé que
debajo de él también hay tierra, porque
sé que el asfalto no me evitará el terremoto.
Yo quiero pisar la tierra.

(...)

Cuando miro a mi alrededor y veo que las personas que me rodean son gente buena, pienso que voy por buen camino. Gente buena: que actúa sin intereses, que le mueve la solidaridad, el apoyo mutuo, la justicia, la confianza, el cariño... gente trabajadora... Cuando encuentro a gente estupenda, y sé identificar lo que no quiero... Lo tengo claro: si la gente que me apoya, sois gente buena es porque yo también estoy haciendo las cosas bien. Porque aunque pensemos a veces que las cosas 'caen' de los cielos, bien sabemos que hay que salir a buscar lo que una quiere... Yo salgo a buscar... y cada vez me encuentro con más gente buena. Lo demás, lejos.

Y yo quiero, cada día,
seguir teniendo fuerzas y energía
para seguir trabajando de la mano
de la gente buena.

   Siento que aumenta mi nivel de simplificación de problemas no -relevantes. No quiero perderme en cosas que me impidan apreciar lo que tengo y lo que soy. Quiero trabajar con lucidez, apuntando a lo más alto, encaminándome en una dirección que pienso que es correcta, no dañina...

   Cada vez tengo más claro que no quiero debatir sobre teorías, ni filosóficas ni políticas, de esas que usan términos complejos y frases demasiado largas y difíciles, de esas que les encanta usar a los charlatanes y charlatanas.
   Cada vez tengo más claro que yo quiero seguir al lado de la gente, de las personas, de las niñas y los niños que sufren POR DESIGUALDAD AZAROSA EN EL NACIMIENTO (inocencia, ¿comprendéis, comprendemos esa palabra todavía... o la oímos, y ya suena a hueco...?), de las mujeres fuertes de los jóvenes brillantes en su día a día (jóvenes que brillan, pero que van apagándose a fuerza de los golpes de su entorno)...
   Y seguir conociendo gente maravillosa, y mantener viva la esperanza de que hay otra forma de hacer las cosas, de que se puede vivir sin corrpución, de que podemos construír mundos nuevos con nuestros actos.

¡Tengo tanto que aprender...! Que me agarro al presente como un bebé a su madre, como se agarran los bebés a las espaldas curvas de sus madres africanas cuando les quitan el pañuelo que las unen. Cuanto más aprendo, más quiero seguir avanzando en esto de aprender. Aprender de lo que hay, del vivir.

(...)

   A ratos me da tristeza no poder abrazaros cuando quiero, no sentarme en el sofá o hacer el tonto un rato... A veces me pesa no poder traspasar una puerta y desconectar de esta realidad tan dolorosa e intensa... A veces desdeo trasladarme unos minutos, coger fuerzas, y volver.
   Pero me doy cuenta de que todo tiene su proceso, su tiempo. Soy paciente. (¿Eres tú paciente? ¿Puedes serlo? ¿Qué te lo impide...?) Y yo ahora estoy aquí porque es aquí donde quiero estar. Que lo que hago aquí y el cariño y la la alegría que se desprende de mis acciones en las niñas/os y mayores, merece pasar esas tristezas.
   Hay mucha gente aquí ayudando, luchando y trabajando por un sueño común, internacionalista, humano. Hay muchas personas, pero no las suficientes. Ya lo he entendido. Y yo quiero seguir sumando fuerzas, apoyar, decirles que no estamos solas, mostrárselo con mis actos.
   No podemos abandonar. No podemos abandonarles. No tenemos ese derecho. Es lo que pienso...

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Cada vez más fuerte. Piso la tierra,
y me doy cuenta, al fin.
Por todas las experiencias que vivo,
por lo que aprendo de mí misma,
y de las otras personas y personitas.

Soy muy afortundada, de verdad.
Y ahora estoy comenzando a abrir los ojos.
A disfrutar del sol, como un fuego, ese
gran fuego central de los antiguos...

Soy afortunada, sobre todo, de mi familia.
Del apoyo, de la educación, de los momentos.
Porque la familia una no la elige, es azarosa,
pero se construye y crece, madura también.
Y madurar acompañada es más sencillo.

Hoy es un día especial, y me doy cuenta
de forma especial también....

La mayoría (la mayoría quiere decir muchos, muchos y muchas niñas, con sus historias personales), no han oído ni hablar de regalos: ni de reyes ni de cumpleaños...; ni de churros, ni de refuerzos positivos ni ánimos, ni apoyos...

Hay muchas niñas/os sin sueños, vencidos por la resignación, con miedo.

Nilñas a las que le duele vivir, encerrados en su rutina. Solos/as.

Hay niñas/os víctimas del dolor, de la violencia.

Niñas solas/os. En un mundo hostil, agresivo, duro.

Niñas/os que lloran. Y que no tienen brazos en los que refugiarse.

Claro que soy afortunada. J'ai la chance.
Sólo por lo vivido hasta ahora.
Sólo porque yo no he sido una de esas niñas.
Porque yo sí he tenido infancia.

Hoy, ese día de reyes hispano,
ese día en el que se habla de la alegría de la infancia,
de la ilusión, de la inocencia (¡cómo van corriendo
hacia el árbol a por los regalos...!).
Hoy, el día de tu cumpleaños, papá,
hoy estoy aquí, pisando la tierra,
sabiendo que el asfalto es para los ricos,
viviendo como me habéis enseñado a vivir.

Inocencia, sonrisas.
Fuerza. Horizonte hacia el que andar.

Gracias por estar cerquita de mí,
gracias por las miradas y los gestos cómplices.
Gracias.

Cariño mando para allá
con fuerza que cruza todas las fronteras,
porque lo merecéis.

-Isa-