I
Esa mirada. ¡PUM! Silencio.
Mirada que retengo. Miradas.
¡PUM, PUM! Silencio. Ojos.
Ojos que buscan dónde agarrarse.
¡Cállate la boca! ¡Imbécil! ¡PUM!
¡Salvaje! ¡No sabes nada, vete,
RÁPIDO!
Silencio. ¡PUM! ¡Deprisa, ven
deprisa!
¡Siéntate! ¡Levántate! ¡Calla! …
Miradas. Miradas tristes. Como muertas.
NO SABES HACER NADA. INÚTIL.
ERES TORPE. ¡VETE! ¡PUUUM!
Silencio. Llantos. ¡¡¡PUUUUM!!!
Silencio.
Miedo. Miedo. Temor. Miedo. Lágrimas.
En silencio. Lágrimas que vacían
almas.
¡CANTA! ¡RÁPIDO! Estúpido.
NO SABES. NO APRENDES.
'Esta niña es muy lenta, no entiende
nada.'
'Este niño da muchos problemas. Hay
que hacer algo.'
MOLESTAS. CIERRA LA BOCA.
¡PUUUM! Y más silencio.
¡Me estás buscando! ¡Cállate la
boca! (Repite)
TE VOY A PEGAR PERO BIEN.
¡PUM! ¡PUM! ¡PUM! ¡PUM! ¡PUM!
Un llanto cesa. Unos labios saborean
unas
lágrimas de rabia. De miedo.
Resignación.
Y silencio. Silencio. Silencio que
duele.
Y miradas. Que buscan. Que encuentro.
II
Me duele. Me miras y me duele dentro.
Me miras desde detrás de una pared del
aula,
como escondida, escondiéndote.
Ella acaba de pegarte. De pegarte en
esa aula
oscura, donde te llevan, de donde nadie
te salva.
Siempre hay un motivo. Una excusa para
hacerlo.
O hablas mucho, o hablas poco.
O comes rápido, o comes muy despacio.
No sabes escribir, tú tienes la culpa.
No coloreas bien, tú tienes la culpa.
No sabes hacerlo, tú tienes la culpa.
Por eso te pegan.
Tu mirada. Con ese blanco tan blanco
que es como perla entre tu todo negro.
Perla de hierro. De acero. Forjada.
Ojos que me miran, cómplices.
Sabes que estoy, y sabes que te miro.
Me taladra tu pena. Tu dolor me duele.
Te sientas y pronto volverás a
trabajar.
O a quedarte con los brazos cruzados,
como te obligan cada mañana. Y en
silencio.
PUM. PUM. PUM. Martillo. Tu mirada
es un martillo en mi equilibrio, en mi
paz.
No sé si alcanzas los cuatro años y
medio.
No sé qué te espera a la salida de
esta aula,
que nunca fue escuela sino de miedo.
No quiero saberlo ahora. Quizás éste
tu refugio.
PUM. Los golpes. Tu mirada.
Lo siento. Lo siento mucho.
III
En el aula o en la calle,
no importas nada.
Parece que todas/os te odian.
Que les molesta que hayas nacido,
que estés aquí.
Molestas. Molesta tu risa, y cuando
aparece, pronto te la roban con
violencia.
Molesta tu curiosidad. Tu movimiento.
Molestas. Desean que crezcas rápido,
que aprendas a trabajar, que
reproduzcas
los roles. Que repitas. Sin cuestiones.
Trabajas. En la calle, en los
comercios,
y hasta en lo más adentrado de tu
casa.
No importas nada. Eres herramienta.
Mozo de carga. Niña que cocina y
limpia.
Tus funciones están asignadas.
No tienes elección.
No eres nadie. Crece pronto y cásate,
reproduce, reprodúcete. Reproduce lo
que has asumido con violencia. Copia.
Así son las cosas, recuerda.
No eres nadie. Y si molestas, serás
castigado.
Cállate y sobrevive como puedas.
… Y siempre molestas.
Niña/o sin derechos. Niña/o sin
infancia.
Nacer es tu peor castigo. No te
preguntaron.
Lo siento. Lo siento mucho.
Tu llanto es mío. Lo siento.
IV
Tu risa. De pronto aparece.
Como de dentro de ti, como iluminando
todo lo que tienes cerca. Nos ilumina.
Brillas. Brilla tu cara. Ríes.
Vuelve la infancia.
Juego. Canto. Te pregunto. Te escucho.
Me acerco. Comprendes que no te agredo,
el miedo se esfuma. Te lleno de besos.
Tu rísa. Como una mariposa blanca que
atraviesa un bosque quemado, de ceniza.
Tu risa, y tus ojos. Ahora vivos.
Tú me das la fuerza. Me das la vida.
No lo sabes. Sólo tienes unos años,
y unos meses. Y esa vida. Que aflora
llenándolo todo. Llenándome. Eres
vida.
V
Es difícil. Esta labor es difícil.
La opresora fue primero víctima. Y es
preciso su implicación en el cambio.
Sin ella, no hay cambio.
Trabajo con opresoras/es, víctimas.
Y no llego. Llego sólo un poco,
pienso.
Lo sé, me refuerzo. Hago lo que puedo,
hago más, lo hago todo. Por su risa.
Su
derecho, por el fin de la violencia.
Trabajo con las docentes para generar
la mayor transformación posible que
esté en mi mano. Hay cosas que no,
que no alcanzo, a las que no llego.
Pero
de eso, no hablo. No me frustro
demasiado.
Las opciones siempre son limitadas.
Pero hay opciones. Y las saco el
partido
que puedo. Poco a poco. Y adelante.
VI
He visto los cambios.
Cambios mínimos, cambios máximos.
Ya camino con la sensatez de quien
conoce sus propios límites, su tope.
No lo puedo todo, pero puedo mucho.
Me mueven sus miradas. Las que ya
conozco, y todas las otras que aún no
he visto, pero están. Tristes, están.
Me mueven sus sonrisas. La certeza
de saber que pueden explotar alegrías
donde siempre hubo dolor punzante.
Porque la infancia no es un abstracto.
Son muchos pares de miradas de piedra,
de miedo, de rabia, de lágrimas que
saben
a sal y a polvo. La infancia tiene
rostros.
Tiene nombres, tiene historias.
Yo sé que esa energía, como de volcán
con fuerza, que desprenden estas
niñas/os
cuando trabajamos por el cambio, es mi
fuente y mi gran premio. Y son esos
chorros
de alegría momentánea los que quiero
mantener,
por los que lucho cada fatigoso día.
Y sueño, sueño a través de esta mi
lucha,
con que esos momentos sean derechos
de vidas enteras. Lo merecéis. Y es
justo.
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Y hay algo que no olvido nunca:
hay gente buena. HAY GENTE BUENA.
Gente solidaria, gente buena.
Gente que lucha, gente buena.
Gente que trabaja por el cambio, gente
buena.
Gracias.
Gracias, gente buena.
Os quiero.
-Isa-