sábado, 7 de mayo de 2016

Tengo un sueño... yo también

 Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura
 porque no habrá niños de la calle.
 Eduardo Galeano, de "El derecho de soñar"


La violencia se consolida en la rutina,
dirige las relaciones interpersonales,
modela la propia vida

la violencia de los trabajos y los días,
de los abusos, el odio, la sangre, los golpes
la violencia hacia los niños y las niñas:

esa es la vida, así y ahora,
esa es la pesadilla.
Por eso sueño.

 
Recuerda Amnistía Internacional que a día de hoy "Niñas y niños de todo el mundo sufren violencia de forma habitual en escuelas, en instituciones pensadas para su protección, en centros de detención de menores y, a menudo, en su propia casa" (Los derechos humanos en la infancia) Nos lo recuerda en mayúsculas, nos lo grita.


Un sueño dulce, todo otro, brillante
y utópico se vuelve necesario,
cuando la realidad se consolida
como pesadilla, terror perpetuo.

Por donde piso siembro el sueño,
un sueño sereno y firme, 
realizable con los dedos,
por donde piso, siento el miedo.
Y por eso sueño.


 
























 Taller de sueños
École Saint Augustin
Douala
Yo también tengo un sueño
que se renueva al instante
que se hace fresco, más y más tierno
según moldean nuestras manos
el barro de los recuerdos. 
Recuerdos-horror-recuerdos.
Por eso sueño.   


Taller de sueños, Orfelinat CREEA














Taller de sueños, Orfelinat Les Amis







Y lo veo casi todo
como en una película
de ciencia ficción, en la que
no puede ser real que pase
lo que veo que está pasando.
Pero pasa. Y este presente
es realidad pesada.
Por eso sueño.





Si no me expreso bien, si me hago ahora
de una difícil lectura, casi técnica
es porque empecé a moverme en aguas duras
en las que apenas ando sobreviviendo,

y si no me expreso bien en esta lengua
o en tantos otros idiomas que aprendo
es porque no encuentro palabra alguna
que hable con la fuerza de los sueños,

por eso, donde piso, siembro un sueño
de libertades conseguidas con esfuerzo,
por eso, donde yo vivo es en el sueño
porque es el lenguaje óptimo, es el medio
 
en el que más liviano pasa el tiempo,
en el que veo nuevas caras sonriendo,
en el que muere de una vez el sufrimiento,
por eso, por todo eso, siempre sueño.

Road to school, Ijamido Children's Home, Nigeria


Pero saliendo del derecho de soñar galeano
y retornando a la realidad diaria,
los niños siguen siendo menos que basura,
las niñas siguen siendo una y otra vez violadas,

los cuerpos yacen inertes o agónicos
en mares, tierras fértiles o áridas,
los niños chocan sus cabezas-rocas
contra el muro húmedo que será su lápida,
y no pueden salir aún, no pueden.

He visto cárceles pequeñas, mudas
al mundo que compra tras sus paredes,
he sentido brazos que desgarran
pidiendo un auxilio permanente,

he escuchado el grito-eco, fúnebre,
de la niña que, en violencia, desespera,
he corrido al refugio más cercano
para, soñando aún, poder seguir despierta,
 
y no he podido más que aliviar,
un poco, sólo eso (¡sólo eso!),
aliviar con trabajo, algunas penas,
mejorar realidades únicas, concretas,
y no he podido más que eso, 
y eso pesa.

Pero el sueño continúa,
y mientras pueda
forjaré mis utopías
con tareas,

y si el sueño continúa,
estate atenta,
mi sueño será ya tuyo
en cuanto pise tu tierra,

porque, lo dije, lo escribí antes,
por donde piso siembro el sueño,
un sueño sereno y firme, 
y realizable con los dedos,

un sueño de infancia libre,
de fin del horror y el miedo,
un sueño de inteligencias,
un sueño de un mundo nuevo.


Rocas y el Océano Atlántico, Rabat (2012)





El mar, agua,
tierra, aire, fuego,
los cuatro elementos
y el sueño.

Salud y gracias.

Un gran abrazo,

-Isa-

lunes, 2 de mayo de 2016

Eres tú aire


Un pulmón llenándose,
aire saliendo. Parada.
Un pulmón muriendo.

Este agujero negro
esta náusea que arrasa
cada gesto

esta ira
retenida con silencios
este duelo

lo salva cada día
un niño nuevo
naciendo

lo alza tu sonrisa
estallando en
mi recuerdo

sólo puedo
gritar eso: hoy
nace, aquí nace
el ansiado mundo nuevo.

Pero cuando
hiela el frío
al soporte que es
tu cuerpo

y respiras sangre
hermana y
polvo de miedo
y de huesos

pero y cuando
el hambre llega
y balas hay
de alimento

tus ojos se vuelven
piedras oscuras
como de hierro

el pulso golpea
deprisa rasgando
el pecho por dentro

el aire
se vuelve espeso
veo tu pulmón
muriendo.


No hay ya cifras
que estremezcan
a quien no quiere
creerlo

no hay imagen
no hay palabra
que trasmita
este gran duelo

de un horror
diario, amargo
de un derrame
desde dentro

de un ahora
con arcadas de
sangre, soledad
y miedo

cada infancia
masacrada, 
un mundo nuevo
muerto. Y miedo.
(Pies en Balessing)




Pero estás tú.
Volviendo a nacer,
quizás para morirte
también, como yo,
cualquiera.









Estás tú.
En tu anónima
existencia,
llorando estos versos
de sufrimiento encarnado.

Pero estás tú.
Sintiéndome. Sabiendo
que esta infancia
nos necesita valientes,
ahora. Estás tú.

Esperanza de manos
que trabajan, cansadas,
solidarias de apoyo
al pulmón que se apaga,

como grito perpetuo,
como llama que estalla,
como soplo de vida
al pulmón que se apaga.

Estás tú, recordándome
que son más fuertes
las ganas 

de seguir adelante
que de morir,
resignada.

Estás tú, está tu hermana
lucha por mejorar
la existencia,

estás tú, como utopía
creciente que alimenta
mis fuerzas,

estás tú,
aportando tu aire ahora
a este
pulmón que se apaga.

Y redescubro
que yo sólo quiero ser aire.
Contigo, con todas/os, con quienes quieren permanecer
respirando aires de paz y vida.

Y lo demás 
se combate con fuerzas
conjuntas cada día. 
Todo lo demás se combate.

Mucha fuerza, siempre adelante.

Gracias,

Os quiero.

-Isa-

sábado, 16 de enero de 2016

Su corazón también palpita


Hay muchas niñas/os que no tienen ya sueños, a quienes les ha vencido la resignación, que tienen miedo, a quienes les duele vivir, que están atrapadas/os en su rutina... hay muchas niñas solas/os. Yo quiero estar de su lado, mamá y papá. Yo quiero darles algo de lo mucho que me habéis dado. Quiero hacerles sentir que no están solas/os. Que sí pueden, que sigan adelante, que son personas valiosas. Quiero que el mundo les hiera menos, con su desprecio y con su (nuestra) indiferencia. Quiero que sonrían. Quiero darles amor, oportunidades, confianza, apoyo, refuerzo. Por eso, por todo eso, estoy aquí hoy. Y eso, de alguna remota manera, hace que sea feliz. Gracias.

Tenía que conocer todo esto, tenía que saber lo que está pasando, para poder aplicar una respuesta adaptada. Tenía que saber de qué iba el mundo. Y ahora algo más sé. Lo que sé me duele mucho, no puedo engañaros. Pero estoy agradecida de saber, de poder hacer algo para cambiar realidades concretas. Ignorar no era una opción válida para mí, lo sabéis. Estoy dispuesta a seguir haciendo reír a todas las niñas y niños que me cruce en mi camino. Estoy dispuesta a darles amor y respeto, a trabajar lo mejor posible para que sean más libres, para que puedan desarrollar todo su potencial, para que sean semilla del cambio positivo y nunca más testigos y cómplices del horror y el tormento. Quiero hacer todo eso. Y lo voy a seguir haciendo. No encuentro sentido a nada más que eso en mi vida. Gracias. Gracias. 
Os quiero”.

Hace unos años pensaba en todo lo que podía (yo) ayudar a aliviar el dolor en la infancia castigada por el sistema-global (que tiene un nombre, aunque dé no-sé-qué decirlo a muchas: capitalismo, sí, este sistema en el que los excedentes de producción alimentaria se tiran y las patentes farmacéuticas impiden la universalización de los servicios médicos; el mismo que entrega armamento pesado a niños de nueve a trece años para que puedan matar a otros humanos. Sí, este sistema en el que nuestra indiferencia hacia el sufrimiento ajeno es condición suficiente para que se perpetúe el horror ordenado, la violencia selectiva...). Trabajando por unos y otros rinconcitos de la ciudad, decidí un día coger un macuto (demasiado pesado, pienso ahora), y adentrarme en parte de las entrañas de la barbarie para la infancia, donde cada día se encontraban bebés entre las montañas de basura y se utilizaban los cuerpos de las niñas/os para el tráfico (diría "ilegal", pero a este punto es casi irrelevante) de órganos humanos... Donde hasta los orfelinatos daban miedo, eran cárceles permanentes de gritos, palizas, ratas y enfermedades contagiosas, que sólo (que no es poco, ¡por las diosas!) servían para garantizar la no-muerte. Estaba a miles de kilómetros de casa, pero tuve que hacer de eso mi casa (temporal, siempre supe que temporal, ¡bendito mi privilegio!).

Con los golpes, gritos, miradas y agarres de auxilio, con los ojos muertos de esperanza de cada una de las niñas y niños que me he ido topando en mi camino, he ido cambiando profundamente: muchas estructuras se han ido cayendo, al tiempo que otras nuevas visiones (sentires, pesares, dolores) sobre el mundo se han ido instalando, haciendo que mi mirada sea otra, siempre nueva, renovándose. No me preocupa lo mismo, mi escala de valores permanece inquebrantable, mi escala de dolores también. Serenidad, perseverancia, aceptación de lo existente, amor y mucho de inspiración y arropo colectivo (de esos en los que tanto insisto “referentes positivos”) permiten mantenerme en pie y emprender nuevas rutas (con mucha suela que gastar...).

Hace unos años pensaba en el gran potencial humano que tenemos para aliviar ese injusto sufrimiento de nuestras niñas y niños que nacen y respiran hoy los densos aires de podredumbre y plástico quemado que les dejamos respirar. Y es que, hace unos años, mientras pensaba todo eso, abracé por primera vez uno de esos cuerpecitos de infancia destinados a morir. Destinado a vivir el desamparo, el sufrimiento físico más agudo, la soledad y la ignorancia de su crecimiento. (Falta de estímulos, falta de cariño, falta de salud básica, falta de respeto...) Abracé su cuerpo, en el patio de esa cárcel que era el orfelinato, entre los muros de esa cárcel que era su país, entre los alambres de espino franqueados por armas de fuego que eran su pobreza. La temida “maldición de ser pobre”, una realidad consentida y perpetuada por otros humanos. Abrazaba su cuerpo en esa noche estrellada, como lo son todas las noches en las que no hay lluvias torrenciales en ese rinconcito abierto del planeta, y sentía como sus primeros dientes mordisqueaban mi camiseta. Quizás era la única persona en el mundo que se daría cuenta de eso, de sus primeras mordidas, de sus primeros balbuceos, de sus primeros movimientos erguidos y primeros usos de la motricidad gruesa!) Abrazaba a esa niña-bebé mientras quería que todo se detuviese. Que murieran todos “los malos” y sólo quedasen las personas buenas, que a todas las bebés y niñas/os del mundo les dejase de pesar la vida y les dejasen de sangrar las llagas que tenían en su cuerpecito. Que todos sus traumas desaparecieran, y los causantes de éstos murieran. Sí. Deseaba la muerte del mal mientras abrazaba a esa niña. Ella me mordisqueaba la camiseta, y yo quise morir por un momento allí también, abrazada a ella. No quería asumir la realidad del presente. Pero tenía que hacerlo, ambas debíamos hacerlo. 'That's the way it is, aunty Eli'. (Un 'Içi c'est comme ça' que viviría traducido años después).


Hace unos años esa niña con su abrazo lactante me sacudió la vida. Cada una de las niñas y niños con sus abrazos asfixiantes y sus súplicas de horror me resquebrajaron la vida. Cada manita que apretaba fuerte, cada tirón de mis brazos... cada gesto me fusiló por dentro todo lo que podía tener construído. Hace unos años fui notando cómo cada teoría, cada idea preconfigurada, cada manual de ética aplicada, cada discurso político, cada debate universitario, cada charla de colegas en un banco moría aplacada por una sola realidad palpitante: el latido de cada uno de esos corazones condenados al horror. Su corazón también palpita. Y todo lo demás no importaba ya. Lo más duro fue recomponerme. Tratar de seguir viviendo, ahora que ya sabía, ahora que me agarraban sus manitas y me roían la camiseta sus incipientes mordedores dientecitos... Lo más duro siempre es vivir, aunque sepas que estás en camino, aunque aprendas a tolerar tus propios límites y a no sobrepasarlos por salud (¡supervivencia propia!). Lo más duro es soltar su manita con brusquedad y quitarte sus miradas de encima cuando sabes que no puedes generar más sonrisas en el momento...

Hace años que asumo la responsabilidad de estar viva en este momento y en este lugar. Constato nuestro potencial, nuestra capacidad de generar lo no-habido.
Escuela maternal de Balepipi
Intento quejarme poco y trabajar mucho, hacerlo con amor y con verdadera esperanza de cambio, siempre alentado éste por los pequeños grandes logros que conseguimos en la vida de nuestras compañeras humanas/os. Y, aunque siempre es insuficiente, nunca deja de ser necesario cada paso que damos. Hago lo que puedo y siempre intento renovarme, renovar mi óptica, mis herramientas, adaptar mis objetivos, consolidar mis metodologías... siempre quiero más: mejorar, superarme, crecer, convertirme en algo mejor de lo que soy ahora. Porque mientras todas estas niñas y niños sigan sufriendo de la manera en que lo hacen, no habrá razón de más peso para movilizar a otras personas en su actuación: por el fin de la avaricia, de la corrupción, de la violencia indiscriminada, de la fabricación y el tráfico masivo de armamento, del abuso de poder sobre los cuerpos, del bloqueo de la autonomía de otras personas, el control de la libre circulación de la información, la tortura tolerada, la complicidad con regímenes totalitarios y tiranos... y tanto y tanto.

No hay libros que puedan contener un sentimiento, por mucho que lo intenten explicar; tal y como no hay partitura que pueda contener la música volando por el aire. Y es que el lenguaje siempre quedará limitado a una pequeña parcela de realidad. Pero las miradas y las manos... ¡ay! sólo pueden ser sentidas.


Me duele. Me pesa. Es un dolor agudo y oscuro. Retumba y repiquetea en mi pecho, como quitándome un poco el aire. Esas miradas. Esas miradas que se cruzan en mi vida porque yo he decidido venir a encontrarlas... Dicen que cuando pides consejo, según a quién consultes, ya estás determinando el tipo de respuesta que quieres oír. Es decir, que tú eliges, con tus actos, lo que quieres seguir haciendo, aunque lo disfraces de “influencias externas”... Por eso he venido aquí. Porque quiero saber lo que estas miradas tienen que decirme. Esas miradas anónimas, tan iguales todas ellas, tan distintas a mi mundo, cobrando un sentido nuevo: cada una en su contexto, irregular y diverso, cada una, como un mundo abierto a la necesidad y al cambio. En verdad, ninguna mirada fue nunca anónima. Era yo quien las homogeneizaba. Pum. Pum. Cada mirada latiendo. ¿No podéis oírlo también?

Transformar por segundos esa mirada de piedra en mirada de niña/o es lo mejor que siento, quizás lo mejor que vaya a sentir nunca: una plenitud que llena de vida y me lima el dolor más anclado... Las sonrisas: descubrir sonrisas en un rostro ausente, hacer que pasen los gritos y las agresiones, que la infancia vuelva de donde nunca debería haber escapado: la vida de las niñas/os.

Me duele la realidad, no os puedo mentir. Pero me hago fuerte, pienso que no queda otra opción si quiero hacer algo positivo. Y yo cambio rápido, para poder aportar algo y dejarme de tonterías. Para construir. Porque es necesario. Y es necesario hacerlo ahora. Aquí hay magia. Y aquí quiero estar. Me quedo.

Gracias por enseñarme a ser libre. Os quiero.”

-Isa-
Cartas desde lo negro.