I
Apareces,
como un vendaval, con frescura,
inundando todo con tu presencia
seria y firme;
renuevas el aire,
oxigenando vidas de latigazos
y frustraciones,
dando ejemplo con tu trabajo.
Permaneces,
observando cada gesto interesado
y mezquino de tu entorno,
callas mucho y hablas justo;
sufres sola/o,
y por dentro llueven truenos
que reflejas en tus ojos:
yo lo veo. No estás solo/a.
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II
Resiste, porque si tú resistes a mí
me das fuerzas,
porque con tu rutina generas
conciencia,
resiste, siempre, porque nosotras/os
sabemos
que sí merece la pena.
No desesperes en el camino frustrante
del día a día,
sigue, a por ello, porque tu lucha
tiene sentido,
tu lucha es mía.
Ya te lo dije, hoy lo repito: ante la
duda, persevera,
porque eres grande en gestos pequeños,
porque es tu esfuerzo lo que hoy crea
alimento nuevo para nuevos sueños.
Estamos cerca.
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III
No tengas miedo.
No hay quien destruya lo que sabemos:
el buen trabajo, el nacer de cero,
que en cada golpe, siempre aprendemos.
Cuando tus manos
sean fuentes blandas de agua de nervios
y tus rodillas bailen deprisa, bailen
de miedo,
cierra los ojos,
siente la fuerza que llevas dentro,
siente mi hombro cerca del tuyo,
porque, aunque viejos/as sean nuestros
cuerpos
no estamos muertos.
Lo que tú ahora estás sintiendo
muchas personas, en otros tiempos,
ya lo sintieron, y con su ejemplo nos
demostraron
que sí podemos,
que aunque nos duela y desesperemos,
son sólo eso: duros momentos,
que superando días de duelo
vamos creciendo.
Y lo alcanzaremos.
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IV
Es tu cara
un libro negro donde puedo leer
injustos momentos que te han hecho
llagas,
pero aún resplandece;
es tu mirada
un lanzallamas retenido en su base
mezclado con tinta de dolor permanente,
y un sol marchitándose;
son tus palabras
verdades hirientes para gentes
corruptas,
inicios violentos de medidas injustas,
son tempestades
necesarias ahora en esta calma
inventada,
que reprime el latido de la vida que
nace,
que reprime tus ojos, que reprime tu
cara:
tus palabras son siempre para mí
necesarias.
Nunca las calles.
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O la fuerza o la decadencia. Sólo
decido cambiar mi mirada para soportar sin llanto la realidad que
desangra, y me centro en la fuerza, transformando mis odios en
acciones concretas, escuchando a la vida que exige respuestas:
respuestas de lucha, nunca más ya respuestas de queja.
He descubierto el engaño triste de la
vida agónica, en la cual nos sentamos a repetir los males globales,
los males repetidos, los males y los muertos/as. He descubierto la
verdad de las gentes que construyen mundo, la intrahistoria cansada
pero que nunca abandona, las vidas entregadas a combatir los abusos.
Y ahí están las mías, ahí están los míos. Yo ya no quiero sino
centrarme en ellas/os, centrarme en las vidas de miradas de fuego que
no mira nadie, pero que con su calor hacen del transcurrir de los
días algo menos plomizo, algo más bueno.
Y no os engañéis,
sólo depende de nosotras/os elegir con
qué/quién quedarse.
O las referencias positivas, o la
decadencia.
Mucho ánimo, familia.
Un poquito de paciencia,
que en dos semanas llego,
y necesito mi tiempo.
Os quiero.
Gracias.
-Isa-