martes, 11 de febrero de 2014

1 euro, 650 francos centroafricanos

Colapso.
Como cuando demasiadas carreteras
abarrotadas de vehículos convergen en
un mismo punto, estancando el movimiento.

Como intentar rellenar una botella
con bolas de billar amarillas... y rojas, y negras.
Y no poder. Y chocar contra el vidrio.
Una vez, y otra. Y otra más.
Clin, clin, clin.
Y no poder.

Como querer bajar una veintena
de niñas/os por el mismo tobogán,
al mismo tiempo. Empujando.
Presionando. Forzando algo que no
puede dar más de sí.
Y no poder.

Colapso a veces.
Porque la complejidad del problema
aumenta en cuanto más datos vas teniendo.
No es sólo lo que ya sabía.
Es mucho más.
Mucho.

Y ya sé lo suficiente, sé demasiado
como para poder detenerme aquí
e intentar mantener, sonriendo,
un falso equilibrio sordo.

---

Según más avanzo en vida,
más problemas encuentro.
Y más complejos, más sangrantes.
Líos de hilos finos, anudados,
que parten de distintos puntos.
Que por ser finos, a veces obvio,
pero están, y tiran mucho. Tiran.

Como consolándome, me digo
que la clave es reconocerlos,
saberlos, e intentar desenredarlos
poco a poco. De uno en uno.
Y respirar pa'fuera.
Mientras dure la vida.
Y seguir.


L I B E R T A D.

Letras entrelazadas, palabra. Y un “No sabemos lo que tenemos” me resuena como eco mientras vivo. ¡Cómo me cuesta! ¡Cómo me cuesta explicarme, explicaros lo que siento! Me es tan difícil a veces, que me siento paralizada.

[ …]
No fluyen tanto las palabras.
Me quedo como parada.
Con frases cortas. Rotas.
Como atracadas, asustadas.

Pero el pensamiento,
¡oh, cómo fluye!
Se desliza como por una
rampa empapada en aceite.
Zuuuuum. Baja.

Siempre en movimiento.
Deprisa, bailando en una
pista invisible, flotando,
envolviéndolo todo.
El pensamiento [...]

Falta de libertad. Falta, falta de libertad. Se nota el vacío. En las preguntas. En los comentarios. En la forma de actuar. En la comunicación, en todo. No encuentro personas libres. Siempre miedos, siempre condicionantes externos, siempre presiones. (Detesto mi negritud, quiero ser otra. Detesto mi situación, quiero ser otra. Detesto mi vida, quiero vivir otra.) Falta de libertad. Ausencia que lo llena todo. El día a día., invadido por esa falta de libertad... ¡cómo pesa! Quieren viajar, salir. Quieren ir al lugar donde viven quienes pueden elegir. Al país de los blancos. Donde la gente es guapa y viste bien. Donde los jóvenes trabajan desde los dieciséis años, y nunca hay paro. Donde 'todo el mundo' es feliz. Donde hay libertad. Libertad por. Libertad para. Libertad de tanto. Tantas libertades. Y se me atraganta el “No somos conscientes...”.

Allí en tu país no trabajáis más que unas horas en la oficina, y ¡a ver el fútbol! Y ríen, como teniendo la certeza de que miento, cuando expreso problemáticas profundas fruto del sistema (un sistema común y global). ¡Allí no cocináis, si coméis todo el día hamburguesas, que lo he visto en la tele...! Y más risas, como asumiendo que sigo engañándoles cuando hablo. ¡Mentira, tú mientes! ¡Claro que todas/os tenéis casas grandes y coches, lo que pasa es que me dices que no porque estás en África! Y ríen, ríen mucho. Con esa risa ácida que me pica y escuece, por todo lo que pienso que envuelve detrás. “¿Quién les ha dicho esto?”, pienso. Y veo, veo ejemplos, veo manipulación mediática, veo blancos ricos paseándose(nos) por la ciudad. Y comprendo. La diferenciación racial es económica. Y la barrera invisible que separa realidades se materializa aquí en el color de la piel. Y en la falta de libertades.

Cuando el autoritarismo reina, cuando los razonamientos no se rigen por leyes lógicas (lógica de base, lógica filosóficamente hablando), sino por miedos, mitos y supersticiones (para mí motivadas y mantenidas por el autoritarismo político-económico imperante), cuando todo eso... veo cuánto pesa la libertad en mi vida. Me reconozco como libre. Y, ¡jodeeer!... reconozco esa carencia en tantas personas... “Libre” no en abstracto, no como globalidad; sino “libre” en ejemplos. Libre para salir a jugar en la infancia o quedarme estudiando. Libre para comprar unos cereales u otros. Libre para sacarme el carnet de conducir o estudiar una carrera. Libre para comer tomate natural o tomate frito. Libre para escuchar música o no escucharla. Libre para abrazar y decir “te amo”. Libre para separarme de lo que no me gusta o me hace daño. Libre para ir al centro de salud si estoy enferma. Libre para viajar, para moverme. Libre para trabajar y emplear mi vida en lo que yo quiero... Toda esa ausencia... aquí, la vida. ¡Cómo me cuesta explicarme, cómo me cuesta representar a través de las letras este dolor, este vacío que empieza a llenarme a mí también!

Vengo como de otro planeta. Estructuralmente tan distante, que la integración suena a mito. Y no es porque no lo intento. Me adapto, me adapto a mucho, con lo que este 'mucho' lleva implícito. Me adapto a un 'mucho' gigantesco, abarrotado de rutinas, hábitos, miradas y gestos, palabras, problemas... Intento pensar lo mínimo, no forzar reflexiones. Pero, ¡ahhh! Vienen, vienen solas. Se me presentan chocándome en la cara, aplastándome la nariz, y no puedo dejarlas pasar. Y soy extraña. Y cuántas veces me digo: “No me entero yo bien. Que no, que no me entero. Que no me entero, que no. ¿Cómo puede ser esto así?” Y sigo mirando, miro. Y cuánto veo,¡eh! ¡Cuánto! Todas estas vidas...

Nuestras vidas. “No le damos el valor que tiene” , vuelvo a repetirme. Sólo si nos situáramos en una escala más amplia, sólo si ampliáramos nuestra perspectiva, apreciaríamos más nuestras oportunidades, lloriquearíamos menos, y nuestra lucha sería más intensa y más verdadera. Pudiendo así distinguir lo importante de lo superfluo, viéndolo brillar, haciendo más sencillo lo que es sencillo y desenredando problemas secundarios que entorpecen... Y leerlo o decirlo no es lo mismo que vivirlo. Por el planeta rondan muchas personas cuyo último sueño es salir. SALIR. Salir de la falta de libertades, llegar a mi país, Europa. Una y otra vez, lo escucho. Lo veo... Ese horizonte utópico que les impide, por cegarles, construír otro horizonte más cercano, más revolucionario en su terreno, que proporcione cambios concretos y mejore situaciones individuales...

Esto es una mierda, escucho y me digo también.
Pero es lo que hay, continúa el razonamiento.
Así que, hay que empezar a currar ahora por el cambio.
Y no perder la esperanza en tanto que aumente la perspectiva.

Pero, ¡¡¡¡¡ouuuuuuch!!!! Cómo escuece.
Porque a pesar de todo, sobrevolando teorías e ideologías, atravesando con punta de lanza de madera de bambú palabras que flotan en el aire (vacías de contenido), aquí en el terreno, un euro son seiscientos cincuenta francos. Y la libertad se mide en euros. (Perdonadme almas puras).


Salud y sabiduría.
Y disfrutad mucho del momento presente.
No dejemos que nos arrebaten los
derechos conquistados y peleados
allá, en nuestro país de blancas/os.
Pero no olvidemos alegrarnos
de nuestra suerte, y construyamos,
siempre hacia lo mejor.

Os quiero mucho,
gracias por estar.
Transformando mis letras
en pensamientos y emociones.
Miles de abrazos y cariño

-Isa-