sábado, 29 de marzo de 2014

La prisión transparente...

Imágenes de prisiones tenemos cada una/o en nuestra mente, seguro. Ideas forjadas en base a los mass media, en cualquiera de sus manifestaciones... o recreaciones imaginarias de trozos de descripciones de alguna novela autobiográfica junto con detalles de aquella persona ex-reclusa que conocimos en el trabajo, en el barrio... ¿Una prisión, una cárcel? Huele a hierro mojado y a manos con suciedad y la piel endurecida. ¿Quién conoce una prisión, siendo prisionera/o, entre nosotras y nuestro entorno? ¿Qué sabemos si no es de testimonios lo que el encierro supone? ¿Podemos decidir sobre las prisioneras/os y creernos qué es lo mejor para ellas sin ni siquiera comprenderlas/os? ¿Nos creemos capaces, autorizadas, o con el "deber" de decidir en su lugar? ¿Son útiles las intervenciones realizadas con y para las presas/os si no se ha contado con ellas/os? ¿Útiles para quién? ¿Para quiénes? ¿Cómo medir la utilidad? ¿Resultados? ¿Consecuencias de la intervención? ¿Quién evalúa? ¿Quiénes establecen los baremos? ¿Sobre qué supuestos se asisentan las bases que justifica cada intervención para/hacia las prisioneras/os? Quién. Quiénes. Quiénes... Es preciso preguntarlo. Siempre hay un quién detrás de un 'algo'. Nada es casual. Seamos radicales.
...

Más acá de los barrotes oxidados y los muros de cemento custodiados por humanos policías, la prisión se mantiene. Uniformes de distintas tonalidades de azules o verdes, combinados con el negro del calzado y las armas, y adornados con dorados o plateados galones, se ciñen a los cuerpos de muchas personas que pasean las ciudades y los pueblos de todas las partes de la superficie del planeta. Vigilantes de sus otros co-existentes humanos, controlando que todo siga como está, o bien que se imponga un nuevo orden deseado, según el caso. Sobre férreos vehículos que disparan objetos que pueden exterminar vidas ajenas con sólo ejecutar una acción. Una persona ejecuta una acción, otra persona muere. Una persona ejecuta otra acción, muchas personas mueren.

Muros bien pintados de colores mostaza, anaranjado, verde o grisáceo, que terminan en largos metros de alambres espinados, enmarcan inmensas puertas de hierro que se abren como ventanas a través de las que se pueden ver estatuas de machos armados en posición triunfal. Y a su lado, personas. Personas agrupadas que coordinan movimientos y gritos guturales, pasos y silencios. Cabezas que se inclinan mientras otros humanos alzan una tela colorida sobre un mástil. Y el negro. El negro de las armas, que lo inunda todo.

Fuera de la cárcel, la prisión sigue. Se perpetúa, como una prolongación de la misma, justificándola, y recordando lo esencial de su existencia. Como un cristal tosco, muy duro, que clausura los movimientos y reprime el aire... pero transparente, como el aire, recreando la falsa ilusión de tener una gran libertad de acción, sin tenerla. Como poder ver el horizonte y saber que nunca se llega a él, que existe una limitación concreta que lo impide. Y, mientras tanto, más niñas/os nacen.

Nacen y viven. Mujeres embarazadas con bebés a la espalda se cruzan con uniformes armados sobre cuerpos de hombres. Se me cruzan las imágenes, como en una exposición de situaciones presentes que no acaban de ligar bien. Personas. Personas alineadas bajo un sol alineado sobre sus cabezas. Muchas personas alineadas. Ropajes distintos cubren sus cuerpos. Los humanos unifor-armados pasan sin alinearse. Es su territorio. Es su cárcel. Su cárcel.

Desalineados y no uniformados unos chicos venden fundas para el pasaporte, sosteniendo una sombrilla multicolor que indica que también hacen recargas de saldo para los teléfonos móviles. Un unifor-armado le roba una. Le roba, digo, sin cambiársela por dinero. Es su cárcel y en su cárcel la ley que impera es la del negro del arma que cuelga de su cintura. No es nada nuevo. Pero por si acaso. Hay que vigilar, recordando a las personas no-uniformadas que están al servicio del color negro. ¡Negro! ¡Anda, como el petróleo! Qué gracia.

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La tristeza.
Esa tristeza de la que ya hemos hablado.
Esa que nos acompaña,
la que sabemos que no se va a ir. 

Esa con la que sabemos que tendremos que aprender a vivir. Esa tristeza llega. Se posa suavemente, poco a poco, con ligereza se acerca... pero cuando aterriza, lo hace para quedarse. Y hay que hacerse.

Romper barras de hierro es un reto. Difícil y de grandes esfuerzos. Pero sabemos que pueden llegar a fundirse. ¡Pero la prisión sin barrotes...! ¿Cómo romperla si no sabemos que existe? ¿Cómo romperla, si no sabemos dónde se sitúan los límites sobre los que presionar? Sabia construción de los quiénes que la construyeron. Sabia su manera de disponer a los vigilantes sobre los suelos, mares y aires. Sabia la estrategia de control, para evitar ser descubierta... y en su defecto, evitar ser destruída.

La prisión sin barrotes. Sin barrotes en el día a día, pero con muros reales, físicos, tangibles, que nos sirven de fronteras. La no-accesibilidad a los recursos. La limitación económica. La barrera educativa, política. La prisión de una ignorancia pasiva, de una desesperación resignada. Y el elogio al uniforme. Y el rendirse ante lo negro. La bala. 

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¿Qué me vienes a decir? ¿Qué les vamos a decir? ¿Hablamos como prisioneras, o como carceleras/os? ¿Dónde nos situamos nosotras/os, en el plano real -perspectiva-, no en el imaginado? ¿Hemos hablado entre nosotras, o con ellas, las personas presas, antes de intervenir? ¿Dónde estamos? ¿De qué lado del muro? ¿De qué lado de los alambres de espinos? ¿De qué lado de la sangre? Miremos... no sé... ¿Melilla, como ejemplo? Quizás nos ayude a ubicarnos. O a des-ubicarnos. Algo es algo. No lo queramos todo de una vez.

(...) Tantos contrastes, tanta hipocresía, tantas contradicciones que lo envuelven todo, complicándolo y retorciéndolo, destrozando la magia de lo bueno y lo sencillo...Tanto en cada momento... Y en mi cabeza ya se ha activado la reflexión activa, la curiosidad permanente que enlaza situaciones, generando nuevos argumentos, pero en especial... generando nuevas preguntas. Pregunto. Pregunto. Preguntas. ¿........? Tenemos que hacernos más preguntas. Abandonemos ya la zona de comfort si nuestras preguntas comienzan a acabarse y creemos tener sobre todo respuestas. 

Tengo sacos llenos de preguntas para ofrecerte. Y, ¡atenta/o! Que detrás, muchas otras personas, más sabias, más experienciadas, vienen con otros tantos más. ¿No es el mejor regalo? Pregunto.

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La fuerza.
Y mientras tanto, yo canto.
Para la gente despierta. 
Porque a las dormidas/os no les gusta la música.

Para quienes deciden cuestionar activamente y de hecho sus privilegios.
Para quienes superan la pereza de la inactividad y lo pasivo cada día.
Para quienes buscan, superando el miedo que genera la duda y la incertidumbre, por encontrar o crear algo distinto y algo que mejore lo presente.

Porque la vida es ligera y es preciso encontrar, buscando, las personas que puedan hacernos mejorar, crecer, y aprender cada momento. Porque no podemos continuar con quienes no quieren hacerlo. Hay que buscar las personas correctas en los lugares correctos.Y unirnos. En la distancia, o codo con codo.

No hacer nada que no quieras.
Estar en equilibrio.
Tranquila.
Buscando.
Y encuentras.
...

Necesito tu abrazo cómplice que me exprese una calma presente. 
Estoy viviendo lo impensable por muchas mentes, pero vivible...
Y se me empina la cuesta por la que he de aprender día a día.
Pero la subo. Gracias al empuje que juntas/os hacemos.

Estamos en ello.
Mucho amor y mucha fuerza.

Os quiero, echándoos de menos, 
y sintiéndonos cerca al mismo tiempo.

Gracias, y adelante.

-Isa-





































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